Onceavo quehacer
Ahora se trata de entender los elementos que la Yagá nos enseña sobre la naturaleza salvaje: existimos, sucumbimos y renacemos. Éste es nuestro ciclo, nuestra especial percepción de lo profundo femenino. Lo que siempre es cierto es que todo cambia.
El negro nigredo representa la disolución de lo que ya no es, es el ofrecimiento de que sabremos algo hasta entonces desconocido.
El rojo rubedo nos muestra como sacrificar las ilusiones que antes considerábamos valiosas. Es la rabia, pero también es la palpitante vida, la emoción, la excitación del eros y el deseo. El rojo nos cura los males del alma, y nos despierta la avidez por conocer más allá de lo aparente, es el guardián de lo que florece.
Y el blanco simboliza la nueva luz, es el ofrecimiento de que siempre tendremos la posibilidad de intentarlo de nuevo, de que el vacío se llene, de que las cosas pasen. Es la nueva sabiduría que procede del hecho de haber conocido a nigredo y a rubedo.